lunes, 20 de octubre de 2008

¿”Pertenecer o No Pertenecer a un Grupo”… una Mejor Formulación de la Pregunta Existencialista de Hamlet “Ser o No Ser”?

Guia de figuras:
figura 1: condicion sexual (la primera arriba a la izquierda)
figura 2: condicion del lenguaje (debajo de la primera)
figura 3: característica oculta - telepática -espiritual (a la derecha de la primera)
figura 4: las matemáticas de grupo.

¿”Pertenecer o No Pertenecer a un Grupo”… una mejor formulación a la pregunta existencialista de Hamlet “Ser o No Ser”?
-Ensayo libre-
Por: Elkin B Marquez Fernandez
Estudiante EPDAA UNAD 2008

Este ensayo pretende responder a la pregunta formulada por el tutor del curso de Consejería Académica de Grupos: Con relación al concepto de poder de los grupos, ¿cómo describe usted los cambios de comportamiento de la persona cuando se convierte en actor sobre el escenario?
La segunda parte de la pregunta indaga sobre la similitud que tiene con el comportamiento del docente cuando inicia su labor cotidiana.
Pero prefiero concentrarme en la primera parte de la pregunta, ya que he meditado sobre el asunto y creo haber descubierto interrogantes emocionantes.

Primero, quiero empezar resumiendo a ustedes la construcción más significativa que he hecho en estos días, en especial al tema de la conformación de grupos. En la lectura concedida por el tutor se hace una mención superficial de la “percepción sorprendente” que según Napier Y Gershenfeld significa que “En el momento en que los individuos se vinculan al grupo cambian; ya no son las mismas personas que eran antes de convertirse en miembros del grupo” [1]

Una vez que leí ese párrafo, algo se movió en mi, una comprensión comenzó a surgir desde muy dentro hasta desembocar, al cabo de unos días de reflexión, en lo que ahora quiero compartir con ustedes.

Antes de eso, quisiera referirme al concepto que tenemos de nosotros mismos.

En lo personal, siempre me consideré ante todo un individuo, alguien independiente pero interdependiente, como la fuerza de pertenecer a una comunidad pero limitado por mi piel, mi pensamiento y mis rituales y creencias. Es decir, la consciencia individual surge de la aceptación del ego. Y el ego forzosamente delimita sus propiedades: para yo ser, tengo que limitar afuera lo que yo no soy, y así puedo definir mi ser desde dentro como lo que no soy desde fuera.

Puede sonar un poco complicado, pero realmente es sencillo. Yo soy es lo contrario a lo que yo no soy, y eso establece un límite a mi ser, que primariamente se expresa en mi piel y más profundamente en mi consciencia y mi pensamiento. De este concepto egoísta del yo, surge la autoestima, tan valorada como requisito de estabilidad emocional por los psicólogos en estos días.

Desde ese auto concepto, que todos compartimos, se ha construido la sociedad como la forma obligada de renunciar a nuestra libertad individual o natural con el propósito de organizarnos en formas comunitarias, construyendo lo social, el estado y el gobierno. Como interpretó JJ Rousseau en su obra “el contrato social”, el hombre renuncia a su libertad natural para suscribir un contrato implícito al incorporarse como miembro de la sociedad.

"Cada uno de nosotros pone en común su persona y todas sus facultades bajo la suprema dirección de la voluntad general; y recibimos... a cada miembro como parte indivisible del todo". O sea que cada uno renuncia a su libertad a cambio de ser parte de la voluntad general, que ejerce un poder absoluto sobre cada individuo. Sólo la "volonté générale" es libre, pero sus miembros, pretende Rousseau, alcanzan una libertad potenciada a un orden superior del ser”.[2]

La sociedad es entonces el grupo principal por excelencia, más importante que la familia, ya que el individuo debe desligarse de su núcleo familiar, y puede negarse a formar una familia, pero siempre pertenecerá a un grupo social.

En ese orden de ideas, el “yo” renuncia a su esencia independiente, y comienza a existir en otra fase, interpretada por Rousseau como superior, y es la fase de la existencia social. Por lo tanto la existencia se transforma de la afirmación del “yo soy” a la afirmación del “somos”. Para explicarlo mejor, nos definimos con un gentilicio y con una ciudadanía, que, a la vez que identifica a la persona como individuo, la circunscribe dentro de un grupo que define su existencia social y legal.

Eso es fácil de entender, hemos lidiado con eso desde que nacimos: el registro civil, el bautismo, la tarjeta de identidad, la cédula de ciudadanía, etc, son diligencias que nos han entrenado en el “arte” de existir en una sociedad.

Pero la lectura de Napier (ese breve párrafo) movió, como dije antes, mis constructos mentales, la estructura de lo que sé y me ha hecho comprender otras cosas diferentes y nuevas. Es esa comprensión que quiero compartir con ustedes y obtener una reflexión desde unas estructuras cognitivas diferentes a la mía. A propósito, quise buscar más del libro de Napier, pero lastimosamente no pude encontrar nada publicado en línea. Por lo tanto, y permitiendo usar la lógica en mis reflexiones, aceptaré la tesis de la “percepción sorprendente” de Napier como una hipótesis, ya que limitado por mis capacidades de búsqueda bibliográfica no he podido hallar una validación de la comunidad científica sobre el tema.

Sin embargo he podido verificar en mis experiencias pasadas la validez de la hipótesis de Napier. He pertenecido a diversos grupos religiosos, y he notado cómo las personas que se incorporan a esos grupos se transforman en algo diferente. Muchas veces esa transformación es atribuida a Dios, y otras veces al Diablo (eso depende del tipo de transformación y de si quien juzga está dentro del mismo grupo religioso o lo hace desde otro grupo antagónico), pero ahora entiendo que el sólo hecho de incorporarse a un grupo, genera un cambio en el individuo, pues delega su autonomía en sus líderes, quienes se encargan de adoctrinar en los valores del grupo como si de ellos dependiera la vida misma.

El proceso es más o menos así:





Primer paso: asumir que en la vida de la persona hay un problema que no puede resolver por sí misma.



Segundo paso: aceptar el poder sobrenatural de una entidad superior, que opera a traves de un grupo específico.



Tercer paso: incorporarse al grupo, cediendo el control de una parte de su vida a los líderes del grupo, a traves de la adopción de las reglas, normas y hábitos del grupo.



Cuarto paso: el individuo se transforma en alguien diferente.



Quinto paso: si el individuo se siente mejor con su transformación, reforzará su pertenencia al grupo, cediendo cada vez más su autonomía hasta no distinguir su propia personalidad de la del grupo. Si, por el contrario, el individuo no se siente a gusto con su transformación, entonces se desliga del grupo y se une a algún otro.

La comprensión que he hecho es que es el hecho de pertenecer a un grupo el que logra el cambio de la personalidad, y no la intervención de Dios. (Aunque no me niego a aceptar su influencia, sólo la pongo en duda).

De la misma forma deben operar los demás grupos, tal como el de los Alcohólicos Anónimos, Sexohólicos Anónimos, Cualquierotroviciohólicos Anónimos, Voluntariados como Rotary, Leones o Cámara Junior. En esos grupos siempre se verá a cierta categoría de miembros que obedecen obtusamente y a ultranza los valores tradicionales del grupo porque han hecho de ellos su propia identidad, y los cambios al grupo atentan contra la supervivencia de su propia identidad. También existirían casos más moderados pero impactantes de personas que, a partir de su vinculación al grupo, adquirieron cualidades en su personalidad o generaron oportunidades que les favorecieron para su éxito personal (a propósito, el éxito es un concepto netamente social), tales como amistades, disciplinas personales, habilidades organizativas, para la comunicación o el liderazgo, entre otras.

No se puede dejar de mencionar el caso de los grupos cerrados y crípticos, de cultos exclusivos o de intenciones misteriosas e ilegales, como el satanismo, las pandillas, ciertas comunidades de comercio prohibido o las sectas que persiguen la iluminación o el poder, o predican una verdad que va en contravía de los intereses de la sociedad. Por lo general la vinculación a estas sectas está llena de rituales y requisitos que exigen o promueven la demostración de la fidelidad, la cual encarna la cesión de muchas libertades naturales de sus miembros. La no sumisión a las reglas dentro de estos grupos cerrados puede castigarse con la exclusión, la deshonra o incluso la muerte.

El asunto que quiero resaltar, más que el efecto que los grupos producen en los individuos que se incorporan a ellos, es que, al parecer, estamos diseñados para pertenecer a un grupo.

La comprensión que he realizado es que no somos individuos realmente, y la realización de nuestro ser no está en la delimitación de nuestra existencia independiente de los otros, sino precisamente en la unión o acoplamiento con una grupo determinado.

Si mi hipótesis fuera cierta, entonces deberíamos encontrar en el ser humano ciertas características que lo obligaran a pertenecer a un grupo. Es decir, así como encontramos dientes que nos sugieren una alimentación vegetariana, y pulmones que nos definen como un animal terrestre, y un dedo pulgar que permite crear instrumentos para el trabajo, deben existir ciertas condiciones fisicas, y mentales que nos favorezcan pertenecer a un grupo más que a la existencia solitaria.

Creo que puedo definir varias:

Una de esas condiciones es el sexo. La disposición anatómica sugiere un acoplamiento, que define un propósito de unión. Un personaje solitario no puede reproducirse.


(ver figura 1)


Otra característica es el lenguaje. El cual no tiene otro propósito que el de intercambiar información, experiencias e ideas. Un personaje solitario no puede aprender de otro.

(ver figura 2)

Haría falta descubrir la telepatía, u otra característica oculta que defina la naturaleza espiritual trascendental del hombre.

(ver figura 3)

Siempre encuentra uno información de ese tipo sin la rigurosidad del experimento científico, pero con cierto aura de espiritualismo del que se es inescapable hoy en día.

Títulos muy sugestivos de consciencia colectiva, telepatía, hermandad espiritual y despertares cósmicos fueron esquivados en mi búsqueda de información sobre este tipo, sin embargo, no son fenómenos que se deban descartar, sino que no pueden integrarse por lo pronto a la lógica científica.

Sin embargo, oí en un documental sobre cierto experimento en el que se colocó un crucigrama inédito a un grupo de personas y emplearon más tiempo que en llenar otro crucigrama igualmente desconocido para ellas pero que había sido resuelto previamente. “Es como si hubiera algún tipo de conexión mental entre todos los seres humanos” dice el personaje.[3]

Pero lo más asombroso es lo que encuentro dentro de mi mismo. Meditando en este asunto, hallo mucha afinidad con este tipo de pensamiento: que el ser humano proviene de la separación de un ser original superior, de una especie de comunidad superior que fue disgregada. Es decir, nuestra tendencia a congregarnos proviene de una cualidad dentro de nosotros: lo necesitamos para volver a ser lo que fuimos.

Si el teorema de Pitágoras nos aclara cómo funcionan los atajos, y la matemática nos dice que el infinito más un millón no puede ser mayor que el infinito, esta teoría nos mostraría que, en cuestión de grupos, las matemáticas serían:

(ver figura 4)

O, que el grupo es superior a la suma de las partes.

Si esto fuera cierto, cobraría sentido decir que nosotros estamos “dentro“ de Dios, y que no le percibimos por lo cerca que está. Pero hemos perdido esa consciencia de que hacemos parte de Dios, y lo hemos negado o matado, al mejor estilo nietscheniano, y esa negación de Dios y la afirmación de nuestro Yo ha permitido una existencia más o menos independiente.

Dicho en otro lenguaje, parafraseando al astronomo James Lovelock en su hipótesis de Gaia[4]: ‘la tierra no es más el espacio en el que viven unos seres individuales, sino la suma de los seres que la conforman, y le dan una identidad pulsante, ardiente y viva’. O sea, así negáramos a la tierra, seguiríamos viviendo en ella.

Es como la existencia de una célula de nuestro cuerpo, o de una rama en un árbol. Esencialmente es gregaria, porque sola no puede existir, pero si reclama la existencia propia ¿Qué sucede? Debe separase del cuerpo o el arbol original. Un órgano separado del cuerpo vive muy poco, en tanto que sus funciones vitales son compartidas por otros órganos que han permanecido en el cuerpo, como el corazón que bombea la sangre a traves de la cual llegan los nutrientes y el oxigeno. En el caso del árbol es más fácil de imaginar la separación, como la rama que se suelta y se siembra en el suelo, deja de ser rama y se convierte en árbol, si consigue con éxito independizarse. Sin embargo, una vez que se convierte en árbol, comienza a producir nuevas ramas, es decir, a crecer.

Si el hombre se ha separado de Dios, para convertirse en otro dios, necesariamente debe hacerlo unido. Sin embargo, si se ha separado de Dios, y ha experimentado la separación y quiere volver a Él, entonces debe existir un lugar del acoplamiento. Si la hoja, quisiera volver a la rama, debe acoplarse por la vaina, si la rama al árbol, por la raíz de la rama. Si el hombre a Dios, ¿por dónde lo haría?.

“Diabolo” quiere decir separado. Adversario quiere decir oponente, o el antagónico, aquel que disiente del que antes era único y crea la diversidad. A partir de esa “disgregación” o separación es que la mitología espiritual de todas las religiones han creado la figura legendaria del diablo como origen del mal y la separación. Obviamente, si la unidad original era buena, la única forma de separarse era convirtiendose en la alternativa, o sea, siendo malo. Pero ¿existe el Diablo como persona o es una excusa para expiar la culpa que sentimos por nuestra propia separación de Dios?

¿Es decir, existe el diablo como un ser independiente de la humanidad o es la humanidad misma el Diablo, el separado de Dios? ¿escuchó realmente Eva a la serpiente o se escuchó razonando a sí misma? ¿realmente seríamos capaces de rechazar la oferta del conocimiento y la ciencia a cambio de la paz, cuando precisamente estuviéramos en Paz?

Siempre me llamó la atención la sugestividad de los nombres involucrados en la caída del hombre en el génesis. Eva quería decir madre de todos los vivientes. Eva era realmente una extensión de Adán, por lo que fue sacada de sus costillas, y no creada independientemente. Eva era algo así como el “espiritu libre e inquisitivo” de Adán, que simbolizaba a todo el género humano. A ellos se les prohibió comer de un determinado árbol: “el Arbol De La Ciencia” humm… qué delicioso nombre. ¿porqué no le pusieron más bien “el árbol de la muerte”?. Luego viene la serpiente, que con astucia e inteligencia le insta a desobedecer, a tomar un camino desconocido, a “abrir los ojos” a experimentar. Yumi yumi… qué banquete científico.

¿Realmente seríamos capaces de rechazar esas ofertas? ¿podría el espíritu humano en pleno uso de sus facultades detener el desarrollo de la ciencia ante la amenaza de la muerte, o prefiere morir siendo sabio? Siempre queda la esperanza de que la ciencia nos salve.

A modo de conclusión, he comprendido que la naturaleza del hombre es la de ser parte de una comunidad mayor. El hombre como individuo hace parte del hombre como humanidad en general. El hombre como individuo evolucionado también hace parte de una entidad natural superior, llámese Gaia o Universo o Dios, con el cual está íntimamente ligado y quien le da características a su existencia.

En planos menos espirituales, el hombre, como ser gregario, permite la modificación de su conducta y personalidad a través de la pertenencia a diversos grupos, desde la más abarcante generalidad como la humanidad completa o una categoría de hablantes de una determinada lengua, hasta grupos muy específicos y pequeños como la familia o la pareja.

Los grupos tienen la capacidad de potenciar las posibilidades que individualmente se podrían conseguir, por lo que constituyen no una entre muchas estrategias para enfrentar el futuro, sino la única estrategia.

El asunto existencial entonces deja de ser quien soy yo y pasa a ser ¿quiénes somos nosotros? Y definimos nuestra existencialidad a partir de un grupo determinado, de tal manera que nuestras alternativas ya no serían “Ser o No Ser”, del trágico Hamlet, sino “pertenecer o no pertenecer” a un grupo determinado. En la interpretación religiosa, las opciones son: una, regresar al grupo original: Dios o la familia divina, y disolver nuestra identidad independiente en la identidad del cuerpo completo o dos: mantenerse separado, junto con el “diabolo”, que de todos modos significa estar unido a la humanidad como una super-entidad con existencia independiente.

Si 1 + 1 =3, cuánto sumará todos más todos?
EBMF
2008









[1] NAPIER,R: et all. Grupos. Teoría y Experiencia. Trillas México 2002 p.14 Citado en: Unidad 1 Capítulo 1 Leccion 1, Consejería académicas y de grupos, EPDAA, UNAD, 2008.
[2] Cita de J J Rousseau, del libro “El Contrato Social”, citado en: Diaz, Ramón, “Cuatro Contratos Sociales” publicado en la revista virtual Analítica Semanal, Venezuela Analítica Publicaciones. http://www.analitica.com/vas/1999.05.2/articulos/11.htm.
[3] Despierta a la vida, documental de la Warner Independiente, 2005. Titulo original Waking Life. Basado en un libro de Phillip Dick, dirigida por Richard Linklater.
[4] Las Edades de Gaia, James Lovelock, pagina 14.




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