lunes, 20 de octubre de 2008

EL ESTABLECIMIENTO DE LA OBEDIENCIA COMO VALOR A PARTIR DEL MITO RELIGIOSO DEL PECADO ORIGINAL PERTURBA LA FORMACIÓN DEL CIUDADANO AUTÓNOMO

ENSAYO
PRODUCCIONES PEDAGOGICAS
EPDAA UNAD Semestre I 2008
MITOS EN LA ESCUELA
“EL ESTABLECIMIENTO DE LA OBEDIENCIA COMO VALOR A PARTIR DEL MITO RELIGIOSO DEL PECADO ORIGINAL PERTURBA LA FORMACIÓN DEL CIUDADANO AUTÓNOMO”
ELKIN B MARQUEZ F

“Por cuanto por la desobediencia de un hombre, la muerte llegò al mundo..”
La Biblia

La sociedad colombiana ha venido atravesando una situación conflictiva desde sus mismas entrañas sociales. Varias generaciones han visto escalar una violencia que a veces parece no tener fin. Miles de personas han muerto o desaparecido, o aùn permanecen secuestradas, rehenes de una discusión en torno a ideas que casi nadie entiende o quiere entender. Diversos lideres de opinión, y personalidades en puestos de influencia, han vendido la idea simplista de que la rebelión, por sì misma, es la causa de la gran mayorìa de los males de la sociedad; permanentemente vemos en los medios de comunicación còmo acusan a los grupos rebeldes del caos y la barbarie actual del conflicto interno, o de haber sido la génesis de la conformaciòn de grupos màs violentos aún., y la descomposición de sus ideales primarios son imputados a los intereses económicos del narcotráfico.

Luego de interpretar los mensajes recibidos en los medios -muchos de los cuales estàn alineados con la institucionalidad-, el currículo oculto con que se pretende formar al ciudadano, y el resurgimiento de la importancia de las asignaturas de ètica, urbanidad, valores y religión en las escuelas, noto con detenimiento que se está validando un mito en la sociedad colombiana, que refuerza el mito religioso segùn el cual el origen del mal y la muerte, con todo el sufrimiento que conlleva en medio, proviene de la desobediencia.

El mito religioso, principalmente en las religiones judeo- cristianas, es que la desobediencia es la causa de la perdida de la vida eterna. En este mito, el “bien” esta determinado heterònomamente por la voluntad de Dios, y el mal es la oposición a Èl, o la simple desobediencia a sus mandatos. De esa forma, según la interpretación del apostol Santiago, “El Pecado es la trasgresión (desobediencia) a la Ley”. Y, adicionalmente, el Apostol Pablo apoya la idea de “obedecer a la autoridades civiles” (participación en el foro: insertar las citas y añadir más comentarios que refuercen la idea), ya que ellas son “colocadas por Dios”.

Ese mito fue inculcado a nuestra comunidad a través de la educación de aborígenes en América, por los conquistadores cristianos católicos. La formalización de esa enseñanza se expresaba a través del bautismo o profesión publica de fe. (Participación del Foro o Wiki: Enriquecer con datos de historiadores y la génesis de la educación en el nuevo mundo). De paso, como una añadidura, la religión que salvaba las almas también protegía los intereses de la monarquía.

La identidad de nuestro país es profundamente cristiana, tanto por la Iglesia Catòlica como por las subsecuentes religiones protestantes. En concordato con el Vaticano hasta hace unas dècadas, èste era el “Paìs del Sagrado Corazòn”.

Lo que aquì vengo a plantear es que este mito, arraigado desde nuestras profundas creencias, enseñado como valor o principio por nuestros padres y abuelos, viene a incidir en la educación que queremos ofrecerle a nuestros niños y jóvenes en la actualidad: Les enseñamos que la obediencia es una virtud, por sì misma, y luego se hace difícil entender la rebeldìa como otra cosa que una maldad.

Junto con la enseñanza de la obediencia se proponen otros valores conexos, de intereses ocultos, que ayudan a formar una idea màs clara del significado de la obediencia, (participación en el foro: proponer una definición de valores y còmo se construyen) y de esa forma reconocer la sumisión a las normas como un valor ciudadano, y la aceptación de las leyes impuestas como un modelo de convivencia. Al sistema de gobierno, sea cual fuere, le conviene, para perpetuar su posición hegemónica y ganar la sumisión de sus gobernados, hacer uso del sistema educativo y a traves de él enseñar la religión y la obediencia abyecta como virtud.

Sin embargo, para que un estado pueda contar con el sistema educativo, primero es necesario que el sistema educativo le pertenezca, que los integrantes del sistema sean todos de la misma filosofìa o doctrina. Afortunadamente, el Estado Colombiano no ha tratado al sistema educativo con la conveniencia que necesitaba para obtener su genuflexa abyecciòn. Al contrario, la relaciòn siempre ha sido de contienda, porque el gremio de la educación nunca se ha sentido bien tratado por las polìticas de Estado: o los docentes son mal pagados, o la ocupación de la docencia es menospreciada como profesion de segunda, etc. Ademàs, por el tipo de oficio que realizan los docentes, la cercanìa al conocimiento los convierte en personas màs despiertas y conscientes del entorno, y menos proclives a adquirir doctrinas inmutables. Estos hechos, que al parecer de muchos maestros han sido desafortunados, lograron mantener una separaciòn tal entre el Estado y el Sistema Educativo, que incluso èste ùltimo ha tenido visos de cuarto poder de la democracia, aparte del ejecutivo, el legislativo y el judicial, porque ¿Quién no recuerda un enfrentamiento entre policìas y universitarios? ¿o la prohibición que impuso la cultura para que la fuerza pùblica tuviera vedados los centros de estudio?

Esta separaciòn entre Educación y Estado, le ha servido màs al mantenimiento de la democracia que la separaciòn Iglesia-Estado, tan ampliamente defendida en Estados Unidos, el paìs democràtico por antonomasia.

Por otro lado, aunque la educación colombiana no es un bastión del gobierno, y aùn permanece el espìritu crìtico entre los docentes, el mito de la desobediencia como origen de muchos males sigue atravesando las intenciones de todas nuestras acciones y quehacer diario.

Una posible interpretación de còmo funciona ese mito en la pràctica de la convivencia y del gobierno estudiantil es la que se expone a continuación.

Indagando sobre el procedimiento para la elaboración del manual de Convivencia en una institución educativa (*********), se halló que siguieron los soguientes pasos:

Determinación de las metas de trabajo, y de los fines de la actividad, segùn lo establece las Normas y la Ley.
Establecimiento de equipos de trabajo, mayormente de directivos y docentes, algunos padres de familia y unos pocos estudiantes “representantes” de los demàs.
Formulaciòn de las normas que regirìan el comportamiento de los miembros de la comunidad educativa y los castigos impuestos a las desviaciones.
Trabajo en las demàs partes del manual.
Socializacion, entrada en vigor y cumplimiento del Manual de Convivencia.

Observando el procedimiento del mismo, se nota que el mito se deja ver en las acciones de los docentes al menos en cuatro ocasiones:

Para emprender la labor de formular el Manual de Convivencias se obedece a una Ley. La génesis misma de la acciòn esta motivada por la obediencia y no por una iniciativa original. Se obedece a la Ley porque eso es lo correcto, de la misma manera en que Dios establece unilateralmente lo que es correcto segùn su Sabiduría y Omnipotencia.

La escasez representativa de estudiantes pone de relieve que ellos van a ser los “gobernados” y por ello tienen poca importancia en la construccion de las “leyes”, de la misma forma en que Dios no consultò a ningún humano para formular sus mandamientos. De esa misma forma, si mal no recordamos, eran impuestas las normas en el hogar paterno: “porque yo soy su papà y punto”.

Los castigos impuestos a las “desobediencias” le dan un carácter punitivo a la misma. La desobediencia es algo que hay que castigar, y todavía vemos el castigo como una estrategia conductista pavloviana. La escuela se diseña entonces para entrenar conductas y para castigar a quienes no se dejan “formar”. La desobediencia a las normas tiene consecuencias negativas para el infractor, de la misma manera en que la desobediencia original acarreò la muerte para todo el gènero humano. Tambièn observo que el estudiante es muy poco tenido en cuenta para negociar los castigos, asi como tampoco fue tomado en cuenta para negociar las normas.

La “ENTRADA EN VIGOR” es la mejor parte de la heteronomìa del manual de Convivencia. Serìa una señal de debilidad institucional si en lugar de “entrada en Vigor, publiquese y cumplase” se pusiera “entrada en negociación de sentidos, usted lea y diga què le parece la norma”. Pero ese serìa el ejercicio de una autèntica democracia, que tenga en cuenta la total importancia del “pueblo” en la ejecución de las leyes. De esa forma se evidencia la influencia del Mito, ya que análogamente, Dios no entra a negociar ninguno de los puntos de sus leyes. (De otro modo, no serìa reconocido como Dios… un Dios que negocia sus leyes con los humanos es un Dios que no tiene carácter inmutable, y si es un Dios cambiable, no puede ser un Dios perfecto, ya que la perfección no cambia, y si no es un Dios perfecto, pues no puede ser Dios).

A partir de allí, la cultura escolar interpreta la obediencia como una condicion necesaria para la “salvación” escolar, si acaso se puede transpolar el concepto de un ambiente religioso al ambiente escolar. Se le exigirá al estudiante una obediencia ciega a los preceptos morales de los “mayores”, en este caso, los que toman el lugar de heteronimia: directivos y docentes, aún sin entenderlos.

Se asume que los preceptos o principios deberán ser obedecidos o acatados por los jóvenes a pesar de no ser comprendidos. El currículo oculto predica en voz baja que no es muy necesaria la participación del estudiante en la construcción de las normas, como no sea en aspectos marginales o en propuestas que refuercen la filosofía de los “mayores”.

El docente asume en su aula que tiene el mandato para exigir obediencia absoluta de los jóvenes a su cargo, e imponer normas dentro de su clase, tales como “no hablar mientras el profesor expone”, “No levantarse de la silla”, “No salir del salón”, “No hablar hacia el profesor con un tono que no sea el correcto (eso lo interpretará el profesor a su gusto)”, “No tomar el nombre del profesor para hacer cosas vanas (eso tambien lo interpretará el profesor a su buen criterio)” y muchas otras normas que son formuladas e impuestas sin primero hacer una “negociación de sentidos” como plantea Dewey.

El docente siente que tiene que defender su punto de vista, imponer sus valores y disciplinar al joven en la obediencia como parte de su misión educadora, como parte de las penas que debe expiar la humanidad por haber desobedecido a Dios y por ende haber perdido la vida eterna.

En contraposición a ese enfoque planteado hasta ahora, quisiera mostrar una alternativa para interpretar la obediencia.

El individuo que obedece a normas que no han sido previamente negociadas con sentido, es un individuo esencialmente heterónomo, o alguien que no ha llegado a la “mayoría de edad” kantiana. Cuando un individuo ha llegado a la edad de la autonomía y encuentra una norma o una ley sin sentido, forzosamente debe rebelarse contra ella. Pero si ha sido formado bajo la idea religiosa de la sumisión y la obediencia ciega a normas impuestas como reflejo de su cristiandad, entonces no permitirá que su autonomía surja, no se permitirá la mayoría de edad.

La rebeldía es un síntoma de inteligencia, si se hace con argumentos válidos, si se hace desde el criticismo. La rebeldía, pues, no debe confundirse con la violencia ni con el ejercicio de las armas: si se pertenece a una sociedad que no es opresora y es auténticamente democrática, la rebelión deberá ejercerse desde el mundo de las ideas, desde el raciocinio.

La formación de jóvenes auténticamente libres y autónomos, y la construcción de una sociedad más racional, igualitaria y pacífica, debe pasar por reconocer en cada individuo a un ser que ejercita su raciocinio. Cada joven debe ser reconocido como una persona con la que debe negociarse el sentido de las normas, y que debe construir conjuntamente con personas de mayor experiencia los acuerdos de convivencia.

En contraposición a la formación de personas obedientes, debe formarse a personas con criterio, autodisciplinadas, con capacidad para distinguir el bien del mal por sí mismo, con habilidad para expresar sus ideas de forma racional y pacífica, pero firme y con convencimiento. Con habilidades para negociar sentidos en una comunidad, es decir, con habilidades para escuchar e interpretar mensajes y sentimientos de las demás personas.

Una escuela que deje de formar en la obediencia como una virtud, y comience a formar en el criticismo social (Habermas) ¿tiene que dejar de ser una escuela religiosa? Usted qué opina?

ELKIN BILARDO MF

1 comentario:

sayus dijo...

Me parece interesante el concepto que propones sobre obediencia como un sofisma de control que la "iglesia a usado por milenios para controlar a llas demàs personas.
No debemos olvidar que no se debe confundir desobediencia con insurgencia o maldad, siempre y cuando esta desobediencia sea fruto de una actitud critica y no del desaforado afan de muchos de llevar la contraria a todo.